La festividad de la Semana Mayor, la que celebra la liturgia de la Pasión de Jesucristo dentro de nuestra isla, es tan antigua como la conquista misma.

Por el historiador Núñez de la Peña, conocemos que, ya desde el siglo XVI salían a la calle, algunos pasos, o se exponían en los diversos conventos y cuyo fin principal era conmover a los fieles y pobladores de Tenerife, y se hacían con una gran devoción popular que incluso hacía llorar al hombre del corazón más duro.

El comienzo de la celebración de la Semana Santa está intimamente ligada a la aparición de Hermandades y Cofradías en nuestras ciudades.

En casi todas las parroquias y conventos, se establecieron en principio las Cofradías, con diversidad de hopas o túnicas de colores, y de éstas, surgieron las hermandades que una vez creadas, absorbieron y esclavizaron las cofradías.

Como principales obligaciones de estas hermandades, estaban las de dar mayor culto a la imagen que demostraba devoción, de manera pública, asistiendo en corporación sólo los hombres vestidos con un saco o túnica (que llamaban hopa) del color más propio a la institución y precedidos de una bandera o pendón o estandarte.

Entre éstas hermandades al igual que de las primeras cofradías, nos informa Rodríguez Moure, sobre la del Santísimo Sacramento en la iglesia parroquial de La Concepción de Santa Cruz, que comienza en 1549, siendo la única y primera existente en el lugar. También la cofradía de las Benditas Almas del Purgatorio es casi tan vieja como la anterior, pues desde 1559 tenía casa propia.

No olvidemos que fue también La Laguna quien con sus hermanades sobresale en este sentido, siendo especialmente las dos de esta ciudad en 1628, las que solicitan licencia a fin de erigir la que sirviese al Santísimo Sacramento en la parroquia de La Concepción, y que le fue concedida y luego confirmada por el Obispo Cristóbal de la Cámara y Murga. La Sacramental fue fundada en 1648. La de Nuestra Señora de los Remedios, en 1696.

Otra de remota fundación fue la Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna en 1659. Existen además de las nombradas, que fueron de las más importantes hermandades por las obras y bienes que poseían, innumerables en la ciudad de La Laguna y en Santa Cruz de Tenerife, como la Venerable Orden Tercera de San Francisco, la de San Juan Evangelista, la de Nuestra Señora del Carmen, la de Nuestra Señora del Rosario, etc. , muchas de las cuales se extinguieron y otras refundidas continúan su existencia. Y no olvidemos las de nuestro nacimiento como las de la Santa Faz o la de la Sangre.

Por tanto, las primitivas cofradías que identificaban a sus asociados por medio de los pendones y que se asociaban por conveniencias o lazos laborales tales como los carpinteros con San José al frente, o canteros y albañiles con Nuestra Señora de la Peña de Francia, o los plateros con su Cruz de ese metal, fueron evolucionando y decayendo para dar paso a las Hermandades y Esclavitudes de forma que dentro de las cofradías había hermanos y simples cofrades.

Auge y esplendor.-- No se tienen muchos datos sobre las primitivas procesiones de Semana Santa y tampoco se ha investigado en torno a esta festividad de manera profunda.

La mayor cantidad de datos se encuentran recogidos en la obra de Miguel Tarquis que fue escrita en 1960 y que he podido leer. El siglo XVII fue el que dio comienzo al mayor esplendor en cuanto a las procesiones se refiere.

Nos relata Núñez de la Peña, que existía en La Laguna en el tiempo en que escribió su libro, 1669, procesiones en la Semana Santa.

En 1681 salía en procesión el Domingo de Pasión, la del Cristo de Burgos.

Tres años después y en Viernes Santo salió una nueva procesión, la de la Piedad, de la iglesia de La Concepción.

En la centuria del XVII, salía la de la Magdalena, el Domingo de Ramos, y la del Señor de la Columna, el Martes Santo.

Pero no solo fue La Laguna y Santa Cruz las poblaciones más activas en cuanto a religiosidad pública en Semana Santa.

También se destacó Garachico en los siglos XVI y XVII en la celebración de esta festividad, saliendo a la calle diferentes procesiones y «pasos» como el de la Santa Cena o la del Santo Entierro, la de mayor antigüedad de ésta localidad.

Y la Villa de La Orotava que con sus procesiones posteriores a 1518 también dio esplendor a la Semana Grande, junto con sus magníficas obras de imaginería religiosa.

Es por tanto Tenerife, la isla que más importancia tiene y ha tenido en cuanto a la celebración de la festividad santa, no existiendo en el resto del archipiélago tal cantidad de hermandades y cofradías, al igual que de tallas de gran valor y riqueza artística de autores tan importantes como José Rodríguez de la Oliva, Pedro Roldán, Fernández Estévez o el mismo Luján Pérez (de Gran Canaria).

Representaciones teatrales.—Dentro del teatro religioso, el primero que hubo en Canarias, estaba constituido por loas de Navidad, Epifanía y Resurección.

La representación, cuando no se verificaba dentro de templo, tenía lugar en plaza pública y junto a las iglesias.

Se conoce desde Junio a 1585, un mandato del Obispo D. Fe-nando de la Rueda: «Item porque las representaciones que se acos-tumbran hacer en las iglesias el día del Corpus Christi y de Na-vidad y Sábado de Resure-ción..., prohibiendo que las mismas se celebren previamente sin ser vistas por él y un teólogo». Este documento es importante porque de él se deduce que existieron representaciones dramáticas en el siglo XVI en la Semana Santa.

Núñez de la Peña también nos cuenta, que en la Plaza de San Miguel (hoy del Adelantado), se hace el «paso» de la mujer Veró-nica cuando limpió el rostro a Nuestro Señor y cuando Nues-tra Señora lo encontró y, también existe noticia de Lope de la Gue-rra de función de bajar al Señor de La Laguna a la que concurre mucha gente, así como a besar los pies del Señor, como a tocar rosarios.

Son, como vemos estos descendimientos, o el «paso» del encuentro, de alguna forma representaciones teatrales, que además fueron prohibidos por el Obispo Servera en 1776 por considerarlos irreverentes y porque en los mismos había mucho desorden.

Noticias varias de las procesiones.— De la ciudad de La Laguna tenemos noticias por el an-tes mencionado Núñez de la Peña de que desde 1676 salían el Lunes Santo por la mañana, la procesión del Señor de la Humildad y de la Paciencia de Santo Domingo, por la tarde, la del Señor del Huerto del Convento de San Francisco.

El Martes Santo, la Negación de San Pedro de La Concepción.

El Miércoles de San Agustín, salía el Nazareno.

El Jueves por la tarde, el Señor de la Cañita o Ecce Horno, de San Agustín y por la noche la Santa Cena de los Remedios.

El Viernes Santo de madrugada, el Cristo de La Laguna de San Francisco, por la tarde el Santo Entierro de Santo Domingo. Y por la noche, Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín.

El Domingo de Resurrección, por la mañana, la del Santísimo Sacramento que cada año salía de una de las parroquias laguneras por turno riguroso.

En 1681 se añadió la del Cristo de Burgos, que salía el Domingo de Pasión de San Agustín. En 1683 la de la Piedad, el Viernes Santo, al mediodía, saliendo de La Concepción.

Si nos basamos en la descripción que Lope Antonio de la Guerra en sus Memorias sobre el estado de la isla de Tenerife, que comienza por los años de 1760, podemos conocer que en el siglo XVIII se añadieron dos nuevas procesiones. El Domingo de Ramos, por la tarde, la Conversión de la Magdalena, de la iglesia de Los Remedios. El Martes Santo, la de Nuestra Señora de la Soledad que habiendo salido por vez primera en 1748, se le añadió en 1756 el paso del Señor de la Columna.

En 2 de Mayo de 1777, según se refiere este mismo autor, se publicó por bando una Real Cédula de S.M. y Sres. del Consejo mandando:

1° No se permitan Disciplinantes, Empalados ni otros espectáculos semejantes que puedan servir de indevoción y desorden en las Procesiones de Semana Santa y otras.

2° Que no se consientan Procesiones de Noche, hacíndose las que fueran costumbre a tiempo de que estén finalizadas antes de ponerse el Sol.

3° Que no se toleren bailes en las Iglesias, sus Atrios y Cementerios, ni delante de las imágenes de los Santos...

No obstante también nos indica que «en cuanto a disciplinantes y empalados, ya estaban prohibidos desde que vino a esta isla el año 1757 el Corregidor D. Martín de Rozas y Teruel.

Las Procesiones de Noche también las prohibió el Reverendo Obispo D. Fray Valentín Morán, que vino en 1751.

En este sentido, lo que nos relata Núñez de la Peña, de que «una procesión sale el Jueves Santo por la noche desde la iglesia de los Remedios, del paso de la Cena de Jesucristo con sus doce Apóstoles, que es la más lucida de todas, por ser de noche y acompáñanla más de trescientas hachas, además de gran cantidad de belas de mano, que llevan los clérigos» (SIC), fue cambiada, pasándola a celebrar la misma al mediodía. 

En Santa Cruz eran las parroquias de La Concepción y la de San Francisco, juntamente con la del Pilar, quienes más rivalizaron a realizar los mismos, siendo en ellas los más bellos de toda la isla.

La gran aparatosidad en la confección de aquéllos, determinaron que fueran colocados en las capillas laterales y no en las Mayores como lo fueron al principio.

Estos Monumentos fueron proyectados, como nos dice Tarquis, con la idea de figurar en varios telones, un templo mucho mayor, más suntuoso y de los materiales más ricos que se emplean en arquitectura, con la que la pobreza de la fábrica de las parroquias e Iglesias, contrataban con la de los templos figurados, que colocados en sitio apropiado, hacía al visitante, se creyera transportado ante los monumentos arquitectónicos más ricos y famosos levantados en las capitales europeas.

Sabemos que en 1782 fueron proyectados y ejecutados los de La Concepción y San Francisco en Santa Cruz y que también en La Laguna y La Orotava, fueron muy importantes, hasta el punto de hacer trasladarse a José Luján Pérez, escultor afamado desde Gran Canaria, para copiar los que existían en esta isla.

Dejaron de colocarse siendo Obispo de la Diócesis Nivariense, Fray Albino, y hoy no se pueden contemplar estos grandiosos monumentos como antaño se hacía. 

El Judas. Fin de la Cuaresma,— Al igual que los Carnavales finalizan con el Entierro de la Sardina, la finalización de la Semana Santa se realiza en algunos lugares de las islas, con la «Quema del Judas», quedando cada vez menos localidades que mantengan la tradición de condenar al fuego, un muñeco o machango que a veces representa una persona en particular (pol-tico o personaje local) como en Guía de Gran Canaria o que no representa a nadie, como en Taganana (Tenerife), y así, con este ritual, el Domingo de Resurrección, se intenta simbólicamente, como dice Galván Tudela, destruir el pasado, el invierno, preludiando la primavera, y abriendo la puerta a la posibilidad de un periodo nuevo, social y culturalmente.

Termina entonces la Cuaresma, con sus ayunos y penitencias, con sus Cofradías y Hermandades, que pasean a sus imágenes, encapuchados y vistiendo sus hábitos de colores.

Finaliza la fecha en que salen los Cristos a pasear por las calles y encontrarse con los fieles que los acompañan o se agolpan en las aceras para verlos pasar, o que no se acuestan la madrugada del Viernes Santo como en La Laguna, y que trasnochan para ver pasar al Mártir y rememorar la poesía de Manuel Verdugo que tan bien expresó la misma. «Procesión de Madrugada ¡Como brillan los luceros! que los ángeles encienden por el Cristo lagunero! 

De todas formas, éstas prohibiciones desaparecen con los años, pues en 1882 un viajero francés, Adolphe Coquet, realizaba un viaje a las Islas Canarias y escribía en su libro «Una excursión a las Islas Canarias» de 1884, un pasaje referido a la Semana Santa de La Orotava: «Los hombres llevan trajes oscuros en señal de duelo, y las mujeres se envuelven en grandes velos negros. Interminables procesiones recorren la villa. Al son de una música lánguida la muchedumbre pasea las estatuas que representan personajes de la pasión. Por la noche, con antorchas, la procesión vuelve a salir serpenteando a través de las calles escarpadas, desde donde las antorchas brillan por encima de mi cabeza como estrellas movientes. Los miembros de las hermandades, con sus largos hábitos de seda roja, el alcalde, toda la población, llevan cirios y escoltan religiosamente a las santas imágenes».

Modernamente ya en nuestros días, se han ido creando nuevos «pasos» y sumándose nuevas procesiones, como la del Viernes de Dolores, El Señor de la Caída o la misma Procesión Magna, que con sus aportaciones han enriquecido aún más esta festividad sacra.

Los Monumentos.— Era costumbre y sigue siéndolo en la isla, el colocar los Monumentos en la Capilla Mayor de los templos durante los días principales, Don Juan Primo de la Guerra, nos ofrecía en su «Diario»: «Ayer, Viernes Santo, 17 de Abril de 1802, por la noche, bajamos a Santa Cruz con el fin de ver los Monumentos y gozar la célebre función del Retiro, que se celebra en la parroquia y en la iglesia del Conventó de San Francisco. Estos Monumentos, representan un magnífico tabernáculo precedido de columnas y bóvedas, resultando su principal efecto de las iluminaciones.

Ya por desgracia no existen entre nosotros estas magníficas obras de arte, sin que se sepa que fueron de las mismas, o en que lugar se encuentran.

He podido conocer una reproducción fotográfica de uno de aquellos Monumentos publicados en la Ilustración de Canarias de 1883, aunque por su mala calidad no he podido realizar una copia para ilustrar este artículo.

En la actualidad lo que todavía se conserva son Los Monumentos que se realizan con la plata existente en las parroquias de La Laguna y La Orotava, pero que en nada tienen que ver con estos que he descrito, o incluso para escuchar esas Malagueñas que ahora se le cantan al Cristo como aportación novedosa y que nos recuerda a las saetas andaluzas que en Semana Santa se le cantan a las Vírgenes y Cristos...

Viernes Santo lagunero

madrugda de pasión,

ya amanece en procesión

El Santo Cristo moreno

y enlutados nazarenos

van rezando una oración 

Carlos García García 

BIBLIOGRAFIA 
Coquet, Adolphe: Una excur-sión a las Islas Canarias. 1982.

De la Guerra, Lope Antonio: Memorias. Museo Canario. 1951-1957.

Galván Tudela, Alberto: Las fiestas populares canarias. 1987.

Núñez de la Peña, Juan: Conquista y antigüedades de la isla de la Gran Canaria.

Tarquis Rodríguez, Miguel: La Semana Santa en Tenerife. 1960.

Tradiciones Canarias. 1970. 
Semana Santa en Tenerife