La imagen del Crucificado parece llegar al monasterio de los frailes de San Francisco hacia 1520. En un principio se conoce por el Cristo de San Francisco, después por el Cristo de La Laguna.

Han transcurrido unos 24 años de la anexión de la isla de Tenerife a la Corona de Castilla, pues se da por terminada con la rendición de los Menceyes, en 1249.

Durante estos años Don Alonso Fernández de Lugo, su primer gobernador, trata de organizar la vida en la misma, según las directrices de la Corona en la medida de lo posible.

La primera tarea a seguir es la puesta en cultivo de la Isla, en parte para su pro­pia subsistencia y, en parte, para su posterior desarrollo económico. Así comienza la distribución de las tierras y aguas. Como se sabe, los méritos aducidos para su obtención son en calidad de conquistador o de financiador y a título de poblador. Con frecuencia se obtienen también tierras y aguas por merced real, en recompen­sa a servicios prestados a los Reyes. Además hay que cumplir ciertos requisitos como vivir 5 años consecutivos, tener casa, esto es, familia, mujer e hijos, no ven­der en todo este tiempo, salvo con permiso especial, ... etc.

Los conquistadores proceden del reino de Castilla, donde se atiende más al désarrollo de la ganadería que al de la agricultura. Así el Adelantado Don Alonso y sus compañeros de conquista, al comenzar el reparto de la tierra, dejan una buena parte de la Isla para dehesas; entre ellas, la famosa dehesa de La Laguna, que, por rodear la reciente villa de San Cristóbal, va a impedir más tarde el ensanche de la misma, según hace notar el propio Adelantado en la sesión de cabildo de 10 de noviembre de 1514. En relación al corral del Concejo, donde se encierran los ganádos, se indica que es preciso sacarlo fuera de la Villa, por haber quedado dentro de la población.

Esta primacía concedida a favorecer los pastos en perjuicio de los cereales, se va 'invirtiendo a favor de la agricultura. La preocupación constante de Don Alonso es conseguir no sólo el abastecimiento de la población isleña sino contar, además, con un excedente que permitiese la exportación. De ahí que una parte de las tie­rras de sequero y, a veces, de las de regadío se va a destinar al cultivo de cereales o tierras de pan llevar. La medida adoptada convierte a los cereales en la base principal de la economía isleña, sin olvidar la ganadería.

En efecto la agricultura y la ganadería se complementan, ya que el ganado mayor es imprescindible en las tareas realizadas en el cultivo de los panes, trigo y cebada. A su vez se ha señalado que el cultivo de los campos favorece la existen­cia de una ganadería necesaria por depender del ganado el abono de las tierras.
A la hora del reparto se tiene en cuenta otro cultivo, la vid. Desde el primer momento se dan tierras para plantar viñas. De esta manera la cosecha de vinos se incrementa al aumentar las plantaciones de sarmientos, y así muy pronto el vino va a figurar entre los productos de exportación. A veces se especifica la clase de uva que se quiere plantar, como se ve, en 1510, en el arrendamiento de una huerta en la villa de San Cristóbal, donde se dispone que hay que plantar parras de mos­catel, de torrontés y sarmientos de buen vidueño. Entre los productos de huertas se encuentra toda la gama de hortalizas y verduras, ya propios de la alimentación, ya usados como condimentos. En un contrato se da a partido una huerta en la misma Villa, junto a San Francisco, para plantar hortalizas como colino, cebollino, rábanos, habas, lechugas, ... etc.

Todo ello ha permitido a la población de Tenerife disponer de los productos básicos par su alimentación e incluso realizar exportaciones asequibles a estos campesinos, que viven del esfuerzo y del trabajo en sus propias tierras o en las ajenas.
Se ha indicado que en los comienzos del siglo XVI, el azúcar juega en Tenerife, junto a otros productos de la sociedad isleña, un papel muy importante porque es uno de los artículos de embarque que puede permitir una contrapartida de impor­taciones que dan tono a la vida de una clase social dominante y, en menor grado, a toda la población que mantiene así un contacto con el mundo exterior.

Precisamente la producción azucarera es uno de los eslabones que permite a las Islas Canarias entrar en el engranaje del comercio europeo del momento, al lado de los otros productos exportables. De ahí que se den tierras en mayor exten­sión para plantar cañas con el agua necesaria para este cultivo, a veces con indica­ción expresa para hacer un ingenio.

Por todo ello se cuida de que la tierra repartida se distribuya adecuadamente entre los diversos cultivos, con indicación en la data o título de repartimiento del cultivo a que se destina; a veces, hay prohibición expresa de plantar alguno de ellos, como, por ejemplo, tal tierra no se da para plantar cañas, sino para viñas, o para cereales, o a la inversa.

Asimismo se dan tierras para plantar una hierba tintórea, el pastel. Esta hierba, junto con la orchilla, un liquen que se da en las rocas cercanas al mar, son produc­tos muy buscados por los mercaderes para ser usados como colorantes. Noticias de la orchilla hay ya antes de la conquista. Ambos entran en los productos de exportación.

La Isla dispone también de bienes naturales, como son los bosques En efecto las diferentes clases de madera son muy destacadas en la documentación de la época, ya en la notarial, ya en la capitular, pues se usa para construcción de bar­cos, de casas, ... etc, sin contar con la más corriente, la leña, para el funcionamieno de los ingenios, donde se fabrica el azúcar en sus distintas modalidades, y final­mente para la obtención de la pez, que sirve para calafatear los barcos.

Además de las industrias derivadas del ganado, es decir, leche y quesos, junto con la carne y cueros, incluida la lana, se cuenta con la miel y la cera obtenidas por medio de la cría de abejas a través de colmenas.

Otros productos a tener en cuenta son los frutos del mar. En la documentación hay noticias de pescadores, barcos de pesca, clases de pescado, ... etc., y aparece todo un conjunto de relaciones que tienen por finalidad principal la pesca.

Tal es el panorama presentado por la isla de Tenerife en el momento en que su Cristo toma posesión de la misma en el Monasterio de San Miguel de las Victorias.