Venid adoremos a Cristo Rey. 

Cada año al llegar septiembre, con una fidelidad centenaria, celebramos las Fiestas en Honor del Santísimo Cristo de La Laguna. Unas fiestas que la ciudad que lo acoge procura realizar siempre con el máximo esplendor religioso, cultural, lúdico y deportivo.

La Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de la Laguna y el Cabildo de La Santa Iglesia Catedral, se desviven para que los actos religiosos, que ocupan el centro de la fiesta, sean la expresión viva de la verdadera fe y devoción de los fieles al Cristo de La Laguna, así como para que sean actos que nos ayuden a caminar como verdaderos discípulos de Jesucristo, viviendo alegres en la esperanza y firmes en la fe y comunicando al mundo el gozo del Evangelio.

El “Cristo de La Laguna” es una imagen –hecha por manos humanas- mediante la cual nosotros damos culto a Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo hombre naciendo de la Virgen María, que padeció, murió, fue sepultado, resucitó y vive para siempre. Como escribí hace unos años en un programa como este: “Miramos al Cristo para contemplar al Hijo de Dios”. Aquí lo contemplamos y adoramos en el momento de su muerte en la cruz, pero no como un difunto a quien perdemos, sino como nuestro Salvador: “Te adoramos ¡oh Cristo! Y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo”, rezamos en la liturgia del Viernes Santo.

El 14 de septiembre la Iglesia celebra en todo el mundo la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y la liturgia de ese día comienza con esta invitación: “Venid adoremos a Cristo Rey, elevado por nosotros en la cruz”. En esta frase se expresa el sentido de esta fiesta y sólo respondiendo con un corazón sincero a esta invitación, podremos hacer una fiesta “en honor” del Santísimo Cristo de La Laguna. Es a Él y nadie más a quien tenemos que honrar, incluso su Majestad el Rey Felipe VI se hace representar en la fiesta para honrar a Cristo.

Como decimos en un canto referido a Cristo: “No adoréis a nadie, a nadie más que a Él”. Una adoración que, además de honrar a Cristo, nos purifica de todo mal, nos renueva y llena de vida. En la relación con Cristo siempre salimos ganando, no es nada lo que hacemos por Él en comparación con lo que recibimos de Él. No lo olvidemos, está elevado en la Cruz “por nosotros”. Por tanto, le adoramos en reconocimiento de quien es Él y en reconocimiento de lo que hace por nosotros.

Le adoramos a Él, haciendo un Quinario en el que escuchamos su Palabra y participamos de su Sacrificio Redentor en la Eucaristía, le agradecemos sus beneficios, desahogamos con Él nuestras penas, le suplicamos ayuda en nuestras necesidades y le pedimos perdón por nuestros pecados.

Para adorarle a Él, especialmente agradecidos celebramos la Eucaristía del 14 de septiembre y salimos en procesión con la Venerada Imagen del Santísimo Cristo de La Laguna. Para adorar a Cristo el Señor, elevado por nosotros en la cruz, resuena y se ilumina nuestro cielo lagunero con los fuegos artificiales como expresión de la alegría de nuestros corazones que proclaman en la fe de la Iglesia: “Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero”.

Todo eso y muchas cosas más, sobre todo aquello que ocurre en la intimidad del corazón de cada uno, lo hacemos porque creemos en Cristo el Señor, elevado por nosotros en la cruz. Porque no se trata solo de actos rituales y externos, sino de comunión vital con Cristo vivo y resucitado, aquí y ahora, pues según su promesa Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (cf. Mt. 28,20).

No dudemos en pararnos un rato largo ante el Cristo de La Laguna y fijarnos con atención en sus labios inertes, que sin embargo hablan, y ver como en ellos resuenas aquellas hermosas palabras: “venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt. 11,28). Como nos dice el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:

“Necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos su mirada de amor. ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva!

 

Hermanos y amigos, ante nosotros están las Fiestas del Santísimo Cristo de La Laguna del año 2014, “venid adoremos a Cristo Rey, elevado por nosotros en la cruz”.

 

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo Nivariens